ÍNDICE
La
heterogeneridad de las redes mutualistas, les confiere una cierta robustez ante
la extinción de especies al azar. Su naturaleza encajada implica la existencia
de un núcleo en la red, constituido por un número pequeño de plantas y animales
generalistas que interaccionan entre sí y constituyen una estructura
redundante, con una fracción elevada de interacciones del total. Este núcleo es
flexible ante la pérdida de algunas de sus interacciones y, por tanto,
proporciona rutas alternativas para los flujos de materia y energía. Por otro
lado, el hecho de que las especies de uno de los conjuntos (por ejemplo, el de
los animales) tiendan a interaccionar sólo con las generalistas del otro
conjunto, confiere mecanismos de persistencia para los especialistas, ya que
los generalistas de los que dependen suelen ser más abundantes y menos
fluctuantes, al contar con muchos y diversos recursos. La conjunción de
interacciones débiles y asimétricas favorecen, presumiblemente, la persistencia
de las especies en la comunidad. Si las dependencias entre cada par de especies
implicadas fueran fuertes y simétricas (o recíprocas), una disminución
poblacional en una de las especies comportaría la reducción de la otra, lo que
a su vez dificultaría la recuperación de la primera. Este tipo de efecto en
cascada hacia la extinción resulta más improbable cuando hablamos de
interacciones débiles y asimétricas. Cabe resaltar también que en casi la mitad
de las grandes redes estudiadas, las especies filogenéticamente emparentadas
tienden a tener un papel similar en la red.
Una alteración del
éxito reproductivo relativo de las diferentes especies de plantas debida a su
sistema de polinización puede conducir a profundos cambios en la estructura de
la comunidad vegetal, lo cual, a su vez, puede tener efectos en cascada sobre
la comunidad animal asociada. No obstante, un descenso de los servicios de
polinización puede tener consecuencias más sutiles que una simple reducción de
la producción de semillas; por ejemplo, también podría conducir a una reducción
del cruzamiento y por lo tanto a un aumento de la endogamia.
Desafortunadamente,
desconocemos los requerimientos de polinización de la mayor parte de las flores
silvestres, y mucho menos si se encuentran limitadas por una falta de
polinizadores, por lo que nos resulta imposible predecir cuales son las
especies que más riesgo corren. Es probable que muchas plantas raras estén
recibiendo un servicio de polinización menos seguro que el que un día tuvieron,
pero esto generalmente no será desvelado ya que nadie lo está estudiando. Son
muy pocos los estudios a largo plazo que se llevan a cabo en cualquier hábitat,
y resulta muy difícil separar los efectos de la abundancia de polinizadores de
los efectos de otros cambios ambientales. En el caso de las plantas perennes,
si estas producen pocas semillas, probablemente pasaran bastantes años antes de
que los efectos sean observados. En la actualidad, simplemente no
hay suficientes datos disponibles para sacar conclusiones a gran escala sobre
si los cambios en la abundancia de polinizadores están teniendo un impacto
generalizado en las comunidades naturales de plantas [4].
Aunque los ecosistemas parecen
mostrar una serie de mecanismos que les otorgan una cierta estabilidad ante
determinadas alteraciones, producidas bien de forma natural o fruto de las
actividades humanas, resultaría contraproducente, a la par que irresponsable,
emplear este argumento como justificación para continuar explotando los
servicios ecosistémicos de forma irracional, sobre todo si consideramos el
desconocimiento que todavía tenemos acerca de su funcionamiento.
3.2
Importancia para los cultivos
En el año 2.012 ya habitamos en
el planeta Tierra 7.000 millones de seres humanos, una población que se
estima podría alcanzar los 9300
millones de personas a mediados de este siglo. Pero... ¿quién polinizará los
cultivos que harán falta en un futuro para satisfacer las necesidades de tanta
gente?.
La polinización es un proceso
esencial, tanto para los ecosistemas terrestres naturales como para los
gestionados por el hombre; resulta vital para la producción de alimentos y los
medios de vida de los seres humanos, relacionando directamente los ecosistemas
silvestres con los sistemas de producción agrícola.
Los seres humanos, basándonos en
el supuesto de que la polinización es un servicio ecológico gratuito y
abundante, hemos sometido a los polinizadores a una gran presión con nuestra
actividad (ver apartado 5- Factores que pueden afectar a la diversidad y
abundancia de polinizadores). La horticultura se ha expandido rápidamente a lo
largo de las últimas décadas, mientras que el paisaje se ha uniformizado a
causa de la agricultura intensiva. La falta de polinización ha aumentado la
sensibilización acerca del valor de este servicio y de los requerimientos de su
ordenación.
Numerosos estudios nos indican
que la producción de más del 80% de las especies cultivadas en Europa
depende, en mayor o menor medida, de animales polinizadores, principalmente
insectos y, dentro de estos, de las abejas (silvestres y domésticas).
La polinización por insectos es
un servicio ecosistémico y también una práctica productiva ampliamente
utilizada por agricultores de todo el mundo. Constituye a su vez una
herramienta de gestión en la que las abejas domésticas, los abejorros y otras
pocas especies de abejas son compradas o arrendadas por los agricultores en
muchos países para complementar la actividad de los polinizadores silvestres
locales. Los agricultores tienen claro el beneficio económico de la
polinización animal, existiendo ya un mercado bien desarrollado en EEUU y en
Europa de alquiler de colmenas de abejas domésticas, y de colonias de abejorros
por todo el mundo. Esta práctica, sugiere que no hay ya suficientes
polinizadores silvestres para asegurar una polinización adecuada de todos los
cultivos que se demandan actualmente. Sin embargo, la actividad de estos últimos
no debe ser despreciada, pues los polinizadores silvestres, en particular las
abejas silvestres, contribuyen significativamente a la polinización de una gran
variedad de cultivos.
En los últimos tiempos, parece
que tanto la abundancia y diversidad de polinizadores silvestres, como la
abundancia de las abejas domésticas se encuentran seriamente amenazadas. Este
descenso de las poblaciones de polinizadores, ha llevado a los investigadores a
tratar de evaluar, del modo más fiable posible, las potenciales pérdidas
económicas que esta tendencia podría suponer, y a estimar el grado de
dependencia de la agricultura mundial de los animales polinizadores.
Los primeros intentos que se
realizaron para tratar de asignar un valor monetario a los polinizadores, consistían
simplemente en cuantificar el valor total de los cultivos polinizados por
animales (principalmente insectos). Sin embargo, ya que la producción de los
cultivos en la mayoría de los casos tan sólo se reduce en ausencia de
polinizadores, un segundo método más refinado para estimar la importancia de
éstos consiste en introducir un porcentaje o proporción de dependencia, que
tiene en cuenta el impacto real de los polinizadores sobre la producción de los
diferentes cultivos. Esta proporción de dependencia permite calcular la pérdida
de producción en caso de desaparcición de los polinizadores, siendo así
asimilado el valor de la polinización por animales con la correspondiente
pérdida del valor del cultivo. Por lo tanto, el valor monetario de la polinización
por animales está directamente relacionado con las tasas de dependencia de los
polinizadores estimadas para cada cultivo. Lo verdaderamente difícil es ponerse
de acuerdo a la hora de precisar esos valores de dependencia de los
polinizadores para los diferentes cultivos y las distintas regiones
geográficas.
Gallai y colaboradores se propusieron cuantificar la
pérdida económica que supondría para los 100 principales cultivos utilizados
directamente en la alimentación humana la total desaparición de los insectos
polinizadores. Sus cálculos se realizaron bajo el supuesto de una pérdida total
de polinizadores, aunque podrían extrapolarse a cualquier nivel de disminución
de polinizadores, pues existe evidencia empírica de que el rendimiento de los
cultivos entomófilos (cultivos polinizados por insectos, de forma predominante
o exclusiva) muestra una correspondencia lineal con la densidad de
polinizadores. Estimaron que el valor económico mundial de los insectos
polinizadores en el año 2.005 fue de 153.000 millones de euros, lo que
representaba 9,5% del valor de la producción mundial agrícola utilizada
para alimentación humana en ese año. Observaron que los cultivos que mayor
dependencia de los polinizadores presentan son los vegetales, los frutales y
las plantaciones de especies para la extracción de aceites. También se
encontraron con que el valor (por tonelada) de aquellos cultivos que no
dependen de la polinización por insectos (como los cereales, la caña de azúcar
o raíces y tubérculos) era, como promedio, cinco veces inferior al de aquellos
cultivos dependientes de polinizadores. La tasa de vulnerabilidad (o
dependencia) de la producción agrícola mundial frente a la desaparición de los
polinizadores biológicos que estimaron para ese año 2.005 (9,5%) puede parecer
pequeña, pero no revela el amplio margen de valores encontrado para las
diferentes categorías establecidas de cultivos. Tal y como era esperable, tanto
por elevado número de especies consideradas como por la heterogeneidad
existente en cuanto a la producción agrícola, la vulnerabilidad ante un
descenso de polinizadores variaba también mucho entre las diferentes regiones y
continentes. Sin embargo, en cada región podía encontrarse al menos una
categoría de cultivo altamente dependiente de los polinizadores, con tasas de
vulnerabilidad entre el 22% y el 94% [5].
Efectivamente, no todas las
especies vegetales cultivadas por el ser humano
dependen de los polinizadores para su producción. No obstante,
muchas de las plantas cultivadas muestran un aumento en la producción de
semillas y frutos en presencia de los polinizadores adecuados. Árboles frutales
(almendros, melocotoneros, cerezos, ciruelos, manzanos, perales, etc.),
leguminosas forrajeras (como la alfalfa o el trébol), cucurbitáceas (melones,
pepinos, calabazas, calabacines, etc.), plantas para la extracción de aceite
(como la colza o el girasol) o fibras textiles (como el lino y el algodón), son
sólo algunos ejemplos de plantas que podrían resentirse por la falta de agentes
polinizadores.
En los últimos años, la preocupación sobre la
posible disminución de estos agentes polinizadores ha ido en aumento. En
ocasiones, se habla incluso de una "crisis a nivel mundial de los
polinizadores". La cuestión es ¿resulta esto una exageración? ¿o
nuestra preocupación está realmente justificada?.
Para algunos científicos, nuestra percepción de
esta crisis de polinizadores se basa principalmente en la elevada mortalidad de
colonias de abejas melíferas empleadas para polinizar diferentes cultivos en
Norteamérica y en el descenso de abejorros y mariposas en Europa, mientras que
en muchos otros lugares, las comunidades de polinizadores silvestres muestran
respuestas mixtas frente a los cambios ambientales (es decir, en unos casos su
número disminuye, pero en otros casos su número aumenta). Además, sostienen que
no son tantos los cultivos de alimentos básicos para el ser humano que dependen
por completo de los servicios de polinización, y que la mayoría de los que si
dependen habitualmente se plantan a pequeña escala en agroecosistemas
diversificados que probablemente alberguen comunidades sanas de polinizadores
silvestres, o en sistemas altamente manejados, en buena medida independientes
de estos polinizadores silvestres. La pérdida de algunas especies de
polinizadores no tendría por qué afectar necesariamente a la producción de los
cultivos; puede que estos sean polinizados por el viento o que se
autopolinicen, o quizá estos cultivos puedan hacer frente a la pérdida de
algunas especies polinizadoras si existe una diversidad suficiente de
polinizadores sustitutos (he aquí un buen ejemplo de la importancia de
conservar la biodiversidad, pues en general, los ecosistemas más diversos son
también los más estables). Por lo tanto, una disminución de polinizadores
probablemente sólo causaría una crisis agrícola en aquellos cultivos que son
dependientes de los polinizadores, que están limitados por la presencia de
estos o que necesitan de un polinizador específico. La cuestión se complica si
consideramos las consecuencias ecológicas que estos descensos de los servicios
de polinización podrían acarrear; y es que la mayoría de estos polinizadores se encuentran también
en la base de las cadenas tróficas de los ecosistemas terrestres, como alimento
de peces, anfibios, reptiles, aves, micromamíferos, etc.
Según los razonamientos de los científicos más
escépticos, aunque justificar acciones de conservación en base a un descenso en
los servicios de polinización podría ser un tanto excesivo, las iniciativas
existentes para la monitorización de polinizadores estan bien fundadas, dada la
incertidumbre existente acerca de la dinámica poblacional de la inmensa mayoría
de ellos [6].
Esto, en lo que a la agricultura se refiere. Si nos
propusiéramos adjudicar un valor económico a los animales polinizadores
considerando su importancia para todas las plantas que de ellos dependen para
su reproducción, muy probablemente llegaríamos a la conclusión de que esa cifra
tiene un valor incalculable.
Sea como fuere, a nivel global
el polinizador "doméstico" más utilizado para incrementar la
producción agrícola es la abeja melífera (Apis mellifera), por lo que
nos centraremos en este insecto, aunque otras especies de abeja se emplean en
contextos específicos (como por ejemplo la abeja cortadora de hojas, Megachile
rotundata). Otra práctica frecuente en la polinización de cultivos es el
uso de abejorros (Bombus sp.), especialmente útiles en cultivos bajo
plástico (invernaderos), o para polinizar aquellas especies vegetales donde las
abejas domésticas no son eficaces, como el tomate.
3.2.1 La abeja doméstica, un
polinizador universal
Se ha demostrado que la abeja
melífera, que ha sido bien estudiada en comparación con otras especies de
abejas, es capaz de incrementar la producción de los cultivos polinizados por
animales hasta un 96 %. La abeja doméstica también poliniza muchas plantas
silvestres, pero esta contribución no siempre está bien documentada con datos
empíricos, y la contribución de los polinizadores silvestres podría ser mayor
de lo que se piensa [7].
Para comprender por qué se
considera a la abeja melífera un buen polinizador, es necesario tener en cuenta
una serie de características básicas acerca de la biología de esta especie. Las
abejas melíferas son insectos sociales (pertenecientes al orden Hymenoptera),
que se agrupan en colonias muy pobladas (del orden de 60.000 abejas en una
colmena tipo), que se mantienen recolectando grandes cantidades de polen y néctar
principalmente y en las que existe una diferenciación de castas (reinas,
obreras y zánganos) con un alto grado de organización. Como es bien sabido, las
abejas melíferas emplean una peculiar danza para comunicarse unas a otras la
localización del alimento, repartiendo en grupos a sus pecoreadoras (obreras
recolectoras), que concentran temporalmente su trabajo en flores de la misma
especie. Es decir, mientras las flores de una determinada especie vegetal están
dando polen o néctar (algo para lo que cada planta requiere unas condiciones
determinadas de temperatura, humedad, etc.), las pecoreadoras que se encuentran
explotando esa fuente de alimento muestran una alta fidelidad por la misma, lo
que aumenta considerablemente las probabilidades de éxito en términos de
polinización cruzada. A esto debemos sumarle el hecho de que las colmenas de
abejas melíferas, podemos transportarlas de un lugar a otro a nuestro antojo,
llevarlas a un determinado cultivo cuando las plantas se encuentran en flor y
transportarlas después a otros cultivos o a zonas mas propicias para su
mantenimiento.
El uso raccional de colonias de
abejas melíferas para la polinización de cultivos constituye una rama de la
actividad apícola por sí misma, con unas reglas que es
importante conocer, por el bien tanto de los apicultores como de sus socios
agricultores [8]. Las colmenas manejadas para la polinización de cultivos,
normalmente son forzadas a trabajar en condiciones estresantes para la especie,
teniendo que soportar procesos de carga y descarga, transportes más o menos
largos, una fuerte limitación espacio-temporal del alimento (ya que en muchas
ocasiones los únicos recursos florales a disposición de las abejas son los
proporcionados por el cultivo en cuestión), un exceso de tratamientos
sanitarios con finalidad preventiva (con los inconvenientes que esto supone,
principalmente debidos al desarrollo de resistencias), etc. Las reinas, que de
forma natural duran 3-4 años en buenas condiciones, en estos casos se renuevan
prácticamente cada año. Se trata de una apicultura intensiva al servicio de la
alimentación humana.
Como ejemplo, podemos considerar
la aportación de la abeja doméstica al cultivo del almendro, donde se
recomiendan de 5 a
8 colmenas por hectárea para una buena polinización. En este caso, se ha
estimado un incremento en el rendimiento de la producción de 1.000 € por cada
colmena introducida.
Estados Unidos es el primer
productor de almendras, acaparando el 80% de la producción mundial. Solamente
en California, las plantaciones de almendros ocupan unas 300.000 hectáreas,
donde son necesarias 1,5 millones de colmenas. Para hacernos una idea de la
importancia que ha ido adquiriendo la polinización de cultivos: en 1.973, el
valor del alquiler de una colmena en EEUU era aproximadamente de 10 €, mientras
que en el 2.007 superaba ya los 100 €.
España es la segunda productora
de almendras, con una superficie aproximada de 550.000 hectáreas
dedicadas a su cultivo donde, según las recomendaciones de algunos expertos,
serían necesarias 2.750.000 colmenas. Sin embargo, en nuestro país, en las
raras ocasiones en las que el agricultor le paga al apicultor por el alquiler
de las colmenas, el valor oscila entre 10-15 € por colmena.
Otros ejemplos nos llegan desde
Nueva Zelanza, donde la demanda de colmenas para polinizar kiwis se ha
incrementado en un 5.000% en los últimos 15 años. O desde Chile, donde se
estima que se generaron entre 9 y 16 millones de dólares de ganancias gracias a
la polinización por las abejas domésticas, y donde el pago por polinización
constituye el 50% de los ingresos del apicultor.
Una cuestión importante y que
conviene dejar clara es que la calidad y el cuajado de los frutos también
mejoran considerablemente en presencia de los polinizadores adecuados, por lo
que sería un error cuantificar únicamente en términos absolutos de producción
los beneficios que éstos suponen para los cultivos.
Aunque en la actualidad no hay hecha una evaluación
cuantitativa de la importancia relativa de los diferentes táxones de
polinizadores para la polinización de la flora mundial, la mayoría de ecólogos
especializados en polinización estaría de acuerdo en que las abejas (serie Apiformes) son los polinizadores predominantes para la mayoría de plantas y ecosistemas
[9]. Ellas son a menudo los visitantes más frecuentes de las flores, por lo que
si consideramos la tasa de visita un predictor fiable de la polinización, esto
las convierte también probablemente en los polinizadores más importantes. La
predominancia de las abejas como polinizadores puede atribuirse al hecho de que
las aproximadamente 20.000 especies conocidas son florícolas obligados, y tanto
larvas como adultos se alimentan de productos florales. En todos los demás
grupos de polinizadores, sólo un subconjunto de especies visitan las flores,
estando la florivoría restringida a la fase adulta. Abejas hembra de especies
no parásitas gastan gran parte de su vida adulta recolectando polen para
alimentar a su cría, y muestran tanto comportamientos como estructuras
especializadas para la colecta de polen (además de una abundante pilosidad), en
contraste con la mayoría de los otros grupos de polinizadores.
A menudo se denomina síndrome floral al conjunto de
caracteres de las flores destinados a atraer a un tipo particular de polinizador.
En el caso de los himenópteros, sus preferencias son las flores de colores amarillos, violetas o azules,
con olores suaves, grandes cantidades de polen y/o néctar, nectarios escondidos
en profundidad y presencia de señales ultravioleta indicándoles que la
localización de este líquido azucarado (néctar).
4.1.2 Dípteros
Las moscas (orden Diptera) son los segundos visitantes más frecuentes de las flores, y a menudo superan en
número a las abejas cuando las temperaturas son bajas, como ocurre en latitudes
elevadas. Aunque constituyen un grupo diverso con cerca de 150.000 especies
(más de 7.000 podemos encontrarlas en
la Península Ibérica), los visitantes de las flores más frecuentes se
concentran en tres familias: Syrphidae, Bombyliidae y Tachinidae.
De estos tres grupos, los sírfidos son los visitantes de flores más
importantes; de las aproximadamente 6.000 especies de sírfidos que se conocen,
en la mayoría los adultos consumen néctar y, en algunos casos, polen. Los
dípteros son grandes oportunistas que ocupan la mayoría de hábitats terrestres
(muchos son parásitos), pudiendo encontrarse sus larvas en cualquier medio.
Habitualmente, los dípteros se ven atraídos por flores pequeñas, de
color manchado púrpura y verdoso, con néctar libre, e inodoras o con un olor
cadavérico y putrefacto (flores que han desarrollado olores para atraer
moscas de la carroña y el estiércol, como ocurre en algunas especies de
Aráceas, Asclepiadáceas y Orquidáceas).
Hay hasta 100
especies de plantas cultivadas que dependen de la polinización por dípteros;
este parace ser, por ejemplo, el caso del cacao (Theobroma cacao).
4.1.3 Lepidópteros
Mariposas y polillas (orden Lepidoptera) son
otro grupo diverso con cerca de 300.000 especies, de las cuales podemos
encontrar unas 4.000 en la Península Ibérica. Muchas especies son nectarívoras,
pero salvo unas pocas excepciones, no consumen polen. Algunas especies ni
siquiera se alimentan en las flores, sino que consumen el jugo de algunos
frutos, o simplemente no se alimentan cuando son adultos. Los táxones
nectarívoros y, por tanto, importantes desde el punto de vista de la
polinización se concentran en las familias de polillas Sphingidae, Noctuidae y Geometridae, y en las familias de mariposas Hesperiidae y Papilionidae.
Todas las familias nectarívoras están representadas por todo el mundo, pero
alcanzan su máxima diversidad en los trópicos. Aunque faltan datos exhaustivos
en este aspecto, se cree que para la mayoría de las especies de plantas, las
mariposas visitan las flores con menor frecuencia que las abejas y podrían también
depositar menos polen en cada visita. Sin embargo, algunos estudios sugieren
que mariposas y polillas transportan el polen más lejos que otros insectos, y
este transporte de polen a largas distancias podría tener consecuencias
genéticas importantes para las plantas [9].
Los lepidópteros
muestran preferencia por las flores grandes, con formas tubulares alargadas. Las
mariposas diurnas son atraídas por flores erectas, de colores rojizos, rosados,
malvas, que se abren durante el día y cuyos nectarios presentan marcas
visuales; las polillas nocturnas, por su parte, además de encargarse de la
polinización de aquellas flores que se abren desde el atardecer hasta por la
mañana temprano, prefieren flores horizontales, de colores blanquecinos y con
marcas olorosas. A la hora de valorar la función polinizadora de los
lepidópteros, es importante tener en cuenta su característico aparato bucal de tipo chupador: sus largas trompas (denominadas espiritrompas), que se
enrollan en espiral en estado de reposo, les permiten acceder al
néctar ubicado en el fondo de alargados tubos o espolones, aprovechando así
recursos a los que otros polinizadores no tienen fácil acceso.
4.1.4 Coleópteros
Los escarabajos (orden Coleoptera) están considerados como un
grupo muy antiguo de visitantes florales, su registro fósil se remonta a unos
100 millones de años antes de la aparición de las primeras plantas con flores.
Con más de 360.000 especies descritas (aproximadamente una cuarta parte
de las especies animales conocidas), podemos encontrar coleópteros en la
mayoría de los hábitats del planeta (principalmente terrestres). Solamente en
la Península Ibérica, podemos encontrar más de 10.000 especies.
Su alimentación es muy variada: los hay fitófagos (al menos en una fase
de su ciclo de vida), carnívoros, fungivoros, detritívoros, coprófagos, etc. Los
escarabajos, como las moscas, son a menudo más bien generalistas en sus visitas
a las flores y, al igual que las hormigas, tienden a polinizar por casualidad
cuando visitan las flores para alimentarse (algunos escarabajos son en
ocasiones destructivos para las flores que visitan).
En
general, los coleópteros son atraídos por flores de color blanco o verde
blanquecino, solitarias o en racimo, con formas cóncavas, anteras y estigmas
expuestos, ovarios protegidos, grandes cantidades de polen y muy olorosas.
4.2
Otros polinizadores
Entre los invertebrados no
insectos, se ha señalado a los caracoles como polinizadores de Aspidistra sp., plantas del este asiático emparentadas con el lirio de los valles (Convallaria
majalis) presente en las zonas templadas del hemisferio norte. Las flores
de la aspidistra son pequeñas, rechonchas, insignificantes, de un color marrón
pálido y sin peciolo, y salen a ras del suelo. En la naturaleza, se supone que
los caracoles se arrastran a través de las flores, transfiriendo el polen de
unas a otras, pero no se han encontrado datos fiables de otras especies
polinizadas por caracoles.
Entre los vertebrados,
encontramos polinizadores principalmente en determinadas familias de pájaros y
murciélagos, aunque otros pequeños mamíferos o marsupiales y
algunos reptiles pueden también desempeñar esta función.
Hay varios grupos de aves que se
alimentan de néctar. Los más conocidos son los colibríes (familia Trochilidae),
que habitan solamente en América del Norte y del Sur y entre los que podemos
encontrar más de 300 especies visitantes habituales de las flores. Otros
ejemplos son las familias Nectariniidae (suimangas, nectarinas o pájaros
sol"), Psittacidae (loritos) y Meliphagidae (comedores de
miel), que incluyen fundamentalmente especies de los bosques tropicales de
África, Asia y Australia.
Para encontrar casos de polinización ornitófila en España,
podemos acudir a las Islas Canarias, donde uno de los aspectos más llamativos
de su flora es la presencia de especies vegetales con caracteres florales
típicos de las plantas polinizadas por aves. Esto es, flores de colores rojos o
púrpuras que no reflejan la luz ultravioleta, con una elevada producción de
néctar y con una concentración baja en azúcares. Normalmente son aves no especializadas
en libar néctar las que se aprovechan de este valioso recurso (currucas,
mosquiteros, herrerillos, etc.), cumpliendo de paso una importante labor
polinizadora para algunas plantas.
En cuanto a los reptiles,
podemos comentar el caso de la lagartija balear (Podarcis lilfordi),
especie endémica de Mallorca y Menorca, que ha desaparecido de ambas islas y
solamente se encuentra en pequeñas islas e islotes situados alrededor de ellas.
Se encuentra incluída en el Anexo II de la Convención de Berna, en el Apéndice
II de CITES y catalogada como En Peligro (EN) por la UICN. Su dieta habitual
incluye el consumo de polen y flores de umbelíferas (como Daucus sp.),
lentisco (Pistacia lentiscus) y romero (Rosmarinus officinalis).
También han sido observadas consumiendo el néctar de la malva (Lavatera
arborea), romero (Rosmarinus officinalis), lechetrezna (Euphorbia
dendroides) y de hinojo marino (Crithmum maritimum). Al introducirse
en las flores, el polen de las plantas queda adherido en el cuerpo de las
lagartijas, siendo transportado de unas flores a otras. Con los datos disponibles actualmente, se ha
podido confirmar que las lagartijas polinizan las flores de Crithmum
maritimum y Euphorbia dendroides [10].
Los murciélagos son animales muy
evolucionados y, al igual que las polillas, son nocturnos. Son principalmente
insectívoros y tienen un sistema de sónar altamente desarrollado. Sin embargo,
especies del Nuevo Mundo tropical de la subfamilia Glossophaginae (suborden Microchiroptera) han evolucionado como comedores de frutos,
mientras que en el Viejo Mundo otro suborden, Megachiroptera, se
alimenta casi exclusivamente de néctar y polen. Estos murciélagos tienen el
sentido del olfato muy desarrollado, pero su sistema de sónar está algo menos
desarrollado que en los murciélagos insectívoros. Las flores visitadas por
murciélagos florecen de noche, y a menudo son exclusivamente visitadas por
estos animales.
Mamíferos no voladores como
marsupiales, roedores y primates visitan al menos 85 especies de plantas a
nivel mundial. Pequeños mamíferos vegetarianos, sobre todo en las zonas
tropicales y subtropicales, a menudo transportan el polen como consecuencia de
sus hábitos alimenticios, como hacen unas pequeñas ratas nocturnas de Hawai
cuando se suben a los árboles llamados "leie" por los hawaianos (Freycinetia
arborea) para mordisquear sus jugosas brácteas. Los murciélagos también son
atraídos por las brácteas frescas de las especies del género Freycinetia,
mientras que en Australia hay informes de pequeños marsupiales alimentándose en
ellas y transfiriendo el polen. Algunos no muestran ningún signo de adaptación
como polinizadores, mientras que otros, como el ratón mielero australiano, se
encuentran aparentemente muy adaptados a su labor polinizadora. Este ratón de
la miel, que muestra predilección por el néctar de las flores estrechas y
alargadas de la familia Proteaceae, tiene un hocico muy alargado, unos
dientes muy reducidos o ausentes, y una lengua muy larga y estrecha con la
punta tipo pincel.
No obstante, la
información cuantitativa sobre la importancia global de estos táxones de
polinizadores es también muy escasa.
Existe evidencia empírica de que
plantas exóticas entomófilas se integran fácilmente en las redes de plantas
nativas y polinizadores, y que pueden actuar como fuentes adicionales de polen
y néctar. En este caso las plantas exóticas pueden amortiguar las disminuciones
potenciales de néctar (y polen) originadas por las condiciones ambientales. Por
lo tanto, las plantas exóticas con flores vistosas y/o grandes recompensas
pueden disminuir la dependencia de los polinizadores nativos de las plantas
nativas.
En Europa, una proporción
importante de plantas exóticas entomófilas son especies ornamentales con largos
períodos de floración, que poseen fragancias o flores vistosas y por tanto que
interaccionan fácilmente con los polinizadores silvestres. Sin embargo, estos
efectos positivos de las plantas exóticas podrían estar limitados a los
polinizadores generalistas, y sus efectos indirectos podrían alterar las
interacciones entre plantas y polinizadores nativos.
Por ejemplo, el desplazamiento
competitivo de los polinizadores nativos de sus hospedadores preferidos puede
conducir al descenso de las poblaciones de los polinizadores nativos,
particularmente de los más especializados [7].
La introducción de polinizadores
"domésticos" para la polinización de cultivos y producción de miel
puede afectar a los polinizadores nativos, bien a través de la
competencia por los recursos o mediante interacción directa. Un alto nivel de
solapamiento en el uso de las plantas (hasta un 90%) se documentó para el caso
de la exótica Apis mellifera y especies nativas del género Bombus en USA, y hasta un 70% de solapamiento entre el exótico Bombus terrestris y las especies nativas del género Bombus en Japón, lo que indica un alto
potencial de competición. Sin embargo, aun no está claro si esta competencia se
produce realmente y si afecta negativamente a la viabilidad poblacional de los
polinizadores nativos. Mientras que varios estudios no encuentran evidencias de
efectos negativos de los polinizadores exóticos, otros muestran impacto sobre
el éxito reproductivo y sobre el tamaño corporal de los polinizadores nativos.
Los polinizadores exóticos también pueden provocar efectos negativos mediante
dilución genética, por ejemplo, algunas subespecies de abeja melífera y varios
abejorros pueden hibridar con poblaciones endémicas, erosionando de este modo
la diversidad genética de las poblaciones nativas e incluso conduciendo a la
extinción de subespecies locales.
Por otro lado, está comprobado
que abejas exóticas introducidas pueden aumentar el riesgo de infección por
patógenos, incluyendo la propagación del omnipresente ácaro Varroa. La
infección de colonias por múltiples patógenos, y las interacciones resultantes
entre patógenos y otros factores ambientales, se ha propuesto como una de las
razones para el recientemente observado síndrome de despoblamiento de las
colmenas. El cambio climático puede afectar a la dispersión y virulencia de
plagas y patógenos, mientras que otros factores como el cambio en el uso del
territorio, la carga de pesticidas o un descenso en la disponibilidad de
recursos pueden incrementar la susceptibilidad de las abejas a esas plagas y
patógenos, o viceversa.
Aunque se sabe poco acerca de la
transferencia potencial de patógenos intra e inter-específicos en las
comunidades de abejas, hay evidencias de que la extensión y el papel de los
cambios de hospedador y de los patógenos compartidos ha sido subestimado. Esto
es particularmente cierto en el caso de los virus de la abeja melífera,
incluyendo el ampliamente extendido virus del ala deforme, el cual es capaz de
replicarse dentro del ácaro que emplea como vector. Los virus de la abeja
melífera pueden afectar a múltiples especies hospedadoras, siendo probable que
infecten a abejas silvestres de otros géneros que no sean el Apis,
mientras que los virus de las abejas silvestres también podrían infectar a las
abejas domésticas. En efecto, datos preliminares sugieren que la virulencia del
virus de ala deforme podría ser mayor en abejorros que en su hospedador
original, la abeja doméstica.
Las abejas domésticas no nativas
también pueden actuar como vectores de dispersión de parásitos y enfermedades
asociadas, llevando a la infección de congéneres (por ejemplo, el ácaro Varroa en Apis, Nosema sp. en Bombus y el hongo Ascosphaera
apis en Megachile). Mientras la introducción de plagas (como el
pequeño escarabajo de la colmena, Aethina tumida) y varios virus
patógenos han demostrado ser una amenaza importante para las abejas, tanto
domésticas como asilvestradas, sus efectos sobre los polinizadores nativos
silvestres permanecen desconocidos.
En lo que a España se refiere,
cabe resaltar que en el BOE nº 298 (del lunes 12 de diciembre de 2011), se
publicó el Real Decreto 1628/2011, de 14 de noviembre, por el
que se regula el listado y catálogo español de especies exóticas invasoras,
donde se incluyen aquellas especies para las que se ha comprobado que existe "información
científica y técnica que indique que constituyen una amenaza grave para las
especies autóctonas, los hábitats o los ecosistemas, la agronomía o para los
recursos económicos asociados al uso del patrimonio natural". La
introducción de especies exóticas en los ecosistemas, tanto plantas como
animales, puede ocasionar graves trastornos ecológicos en los mismos. Una
vez se han instalado en los ecosistemas, las especies exóticas consideradas
invasoras a menudo son muy difíciles de erradicar, pudiendo establecerse en los
mejores casos costosos planes de control poblacional. Para combatir estas
amenazas, la prevención es sin duda la medida más eficaz; y en este sentido, la
publicación de este decreto supone un paso adelante en la lucha contra el serio
problema medioambiental (y los costes asociados) que suponen las especies
invasoras.
En el mencionado catálogo
español de especies exóticas invasoras se encuentra ya incluída la avispa
asiática (Vespa
velutina), una
avispa de unos 3 cm
de longitud, originaria de China, norte de India e Indonesia, que causa daños
importantes en los colmenares y que llegó a Francia a finales del año 2.004 en
un contenedor procedente de China. Su presencia ya ha sido confirmada en el
País Vasco y en Cantabria.
5.4
Cambio global
Los datos científicos nos
indican que el calentamiento global es un hecho; otra cuestión, en la
actualidad bastante polémica, es si este calentamiento se trata de un proceso
natural o está provocado por la actividad humana. Lo que si se está constatando
es que este aumento de temperatura puede ocasionar el adelanto del período
de reproducción en muchas especies, tanto animales como vegetales. En el
caso de los vegetales, además de florecer cada vez primero, también comienzan a
ser habituales las floraciones anómalas en otoño.
La mayoría de investigaciones
acerca del impacto del cambio climático sobre los polinizadores se han
realizado con mariposas, siendo escasos los estudios con otros polinizadores.
El cambio climático reciente ha afectado ya a las distribución de las
mariposas, y los cambios futuros, que se predice serán de mayores dimensiones
que los cambios históricamente más recientes, es probable que tengan incluso
mayores consecuencias. Estos patrones concuerdan con los pocos estudios
realizados con abejas.
Los efectos del cambio climático
tienen lugar a todos los niveles de organización, desde el nivel individual
(por ejemplo cambiando la actividad temporal de las abejas) hasta la genética
de poblaciones (cambios evolutivos en mariposas), cambios a nivel de especie
(cambios fenológicos, descensos de abejorros debidos a un nicho climático más
estrecho, o extinciones locales o regionales de algunas especies de mariposas),
pasando por cambios a nivel de comunidad (funcionamiento y composición
cambiante de las comunidades de polinizadores). Además de estos impactos
directos, efectos indirectos, que se producen cuando el cambio climático afecta
a especies que están interactuando, podrían ser igualmente importantes aunque
están muy poco estudiados.
Como no todas las especies
responden igual ante estos cambios climáticos, si se produjera un
desacoplamiento entre los ciclos de vida de las plantas y sus polinizadores,
los servicios de polinización animal podrían verse gravemente comprometidos en
los ecosistemas. Y esto sería tan sólo una parte de un problema de
dimensiones mucho mayores; además de afectar directamente a la distribución de
las especies, se prevé también una influencia de este cambio de temperaturas en
otros aspectos del ciclo biológico de los organismos, como puede ser la
alteración de hábitos migratorios, un desajuste de las interacciones presa-
depredador, planta - dispersor de semillas, etc.
Como ya se adelantaba al inicio
de este capítulo, todos estos factores descritos actúan de forma simultánea y
podrían actuar sinérgicamente sobre las comunidades de polinizadores. Dicho de
otro modo, dos o más factores que actuando por separado pueden resultar nocivos
pero no letales, cuando actúan simultáneamente pueden incrementar
exponencialmente sus efectos, afectando a las poblaciones de polinizadores,
tanto silvestres como domésticos. Pero a pesar de la importancia que podrían
tener estas interacciones, la mayoría de estudios realizados hasta la fecha
sobre los efectos de múltiples factores tienen un alcance relativamente
limitado. Sería conveniente comenzar a considerar los múltiples factores de
forma simultánea, si queremos comprender como responderan los polinizadores y
las plantas polinizadas por animales ante el cambio global. Y uno de los nuevos
factores que probablemente habrá que tener en cuenta en el futuro a la hora de
realizar este tipo de estudios, es la producción de cultivos transgénicos; esto
es algo cada vez más frecuente pero, ¿qué efectos tienen estos transgénicos
sobre los polinizadores?. De nuevo, uno de los pocos acercamientos al estudio
del efecto combinado de varios factores se está realizando con las abejas
domésticas.