Los apicultores citamos con
frecuencia a Einstein con una frase atribuida al científico, "si la abeja
desapareciera de la Tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida:
sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres". El Archivo
Oficial de Einstein no registra que saliera de boca del científico tal
profecía, pero la cita tiene un gran fondo de verdad: la naturaleza no sería
fructífera sin la ayuda de estos casi milagrosos insectos.
Las abejas aseguran la fecundación
del 60 - 80% de las especies vegetales y son imprescindibles en el caso de
especies auto incompatibles, es decir, aquellas que no pueden autofecundarse
porque su polen y pistilo no se reconocen. Desde hace millones de años estos
insectos obtienen su ración de alimento de las flores y realizan una tarea
ciclópea, silenciosa y poco valorada: la polinización.
El término polinización hace
referencia al desplazamiento o trasiego del polen desde una flor que lo
produce, a otra flor de su misma especie, en principio, que lo recibe. Este
fenómeno trae asociado consecuencias inmediatas y de gran trascendencia, como
son la formación del fruto, de importancia vital para la agricultura y la
formación de la semilla, que servirá al vegetal para perpetuar su especie y
multiplicarse.
Para estimar en su justa medida el
trabajo de polinización de las abejas, debemos decir que para conseguir una
carga de néctar de su buche una abeja necesita visitar entre 1.000 y 1.500
flores, pudiendo hacer una media de 10 viajes diarios. Si consideramos una
colmena media de 50.000 pecoreadoras, durante una floración de 20 días habrán
visitado mil millones de flores. Para conseguir un kilo de polen, se necesitan
aproximadamente 60.000 viajes.
En términos puramente económicos, la
Comunidad Europea valoró en 6.500 millones de euros el valor producido por las
abejas a través del incremento de las producciones agrarias. La FAO ya
estableció en los años ochenta un valor económico de la polinización estimado
en 20 veces el valor comercial de los productos obtenidos de la colmena.
En España, los cultivos sometidos a
polinización por abejas, son principalmente los árboles frutales (almendro,
melocotonero, cerezo, ciruelo, manzano, peral) las leguminosas forrajeras (alfalfa,
trébol), las cucurbitáceas (melones, pepinos, calabazas, calabacines), las
plantas para la extracción de aceite (girasol, colza), las fibras textiles
(lino, algodón), todos los cultivos hortícolas, las plantas de flor y la vid.
Sería bastante más sencillo, como ven, citar los vegetales que no necesitan de
las abejas en el proceso de polinización.
Frágiles y laboriosas, las abejas no
sólo producen miel, polen, cera, propóleos o jalea real; sino que se encargan también
de libar el néctar de las flores, y al hacerlo, permiten que el polen pase de
una flor a otra, lo que facilita que la fruta crezca. Se estima que nada menos
que una tercera parte de lo que comemos procede de plantas o árboles que
necesitan la colaboración de la Apis mellifera -la especie más
productiva - para desarrollarse.
Un ejemplo sencillo y palpable puede
ser mejor que mil palabras. Estudios realizados por productores valencianos de
cítricos concluyen que la actividad de los insectos polinizadores genera en la
producción agraria valenciana unos 600 millones de euros, aproximadamente el
36% del total. El sector que más beneficios obtiene es el de los frutales.
Alrededor del 70% del valor económico generado. En el caso de las almendras,
por ejemplo, sin insectos no se produciría más allá del 10% de los valores
normales. En conclusión, la abeja de miel genera con seguridad anualmente unos
450 millones de euros en el sector agrario valenciano, mientras que los
productos derivados de la apicultura suponen unos 18 millones anuales. La
polinización supera 40 veces el valor de los productos apícolas.
Otro caso muy concreto en el que
puede apreciarse claramente el rendimiento económico de la acción de las abejas
es el de la producción de forraje. Ciertas plantas como la alfalfa son fuente
de forraje para los animales domésticos. La intervención de los polinizadores
aumenta la producción y genera semillas para la replantación. Podemos seguir
por este camino y llegar a comprender que una parte de la producción ganadera y
de sus derivados depende de los polinizadores, aunque sea muy compleja su
cuantificación.
Los polinizadores son habitantes
estratégicos de los ecosistemas y podemos considerar que forman la base de la
pirámide ecológica, dada su capacidad de perpetuar la cubierta vegetal. Si las
poblaciones de abejas disminuyen, sea cual sea la causa, sucederá lo propio con
muchas plantas, frutos y semillas que son consumidas por otros insectos, aves,
mamíferos y otros animales. El resultado posible, es una reacción en cadena que
disminuye la biodiversidad y provoca una caída del ecosistema. Sería retórico
preguntarnos qué valor económico se le puede asignar a la óptima producción de
plantas de nuestro entorno natural. La respuesta más aproximada sería: incalculable.
Pero las abejas están
desapareciendo. Lo que hoy recibe el nombre de «Síndrome de Desabejamiento» o
«Trastorno del Colapso de las Colonias (CCD)», es la lenta pero permanente
desaparición de las abejas obreras, sin las cuales la colmena no puede
sobrevivir y acaba muriendo de inanición. Las buscadoras del néctar o
pecoreadoras salen en busca de comida -su tarea habitual desde los comienzos de
la especie- pero no regresan a su hogar, dejando abandonada a su suerte a la
abeja reina y a la cría. No se ha descubierto aún al letal asesino, que no deja
rastros mortales en las inmediaciones de la colmena.
El misterio de las abejas
volatilizadas ha hecho desaparecer un cuarto del total de las poblaciones de
las colmenas en Estados Unidos. Mientras se intenta descifrar el enigma, los
científicos norteamericanos manejan varias causas: desde la sequía a los
pesticidas, pasando por el estrés (debido al desplazamiento de las colmenas
portátiles en trailers con el fin de polinizar cultivos) o las ondas de los
teléfonos móviles. A pesar de esto, hasta hoy no dejan de ser meras
especulaciones, todas ellas pendientes de comprobación científica.
Los apicultores españoles se
apercibieron de los primeros síntomas del "asesino silencioso" a comienzos del
año 2.000, fecha en la que los científicos calculan que el mal se introdujo en
nuestro país. España es el país europeo con mayor población de ganado apícola,
con una cifra aproximada de 2,5 millones de colmenas repartidas por todo el
territorio nacional, según el último censo de diciembre de 2011, elaborado por
el antiguo Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM). El
problema afecta a más de 23.000 apicultores, de los cuales el 25% son
profesionales (con más de 150 colmenas) y el 75% aficionados. La mayoría viene
sufriendo pérdidas del 40%, sobre todo de septiembre a enero.
En el laboratorio del Centro Apícola
de Guadalajara tienen una respuesta a esta incógnita. Luego de analizar más de
10.000 muestras de abejas de España y otros países de la Unión Europea en los
últimos diez años, los científicos de este laboratorio están convencidos de que
el parásito Nosema ceranae es el asesino invisible de las abejas. Y
confirman cifras escalofriantes. Sostienen que más de la mitad de las colmenas
españolas están afectadas y que si no se las trata, pueden morir en un año.
¿De dónde procede y cómo entró el
parásito en España? Procede de Asia. La abeja asiática o cerana es muy
resistente a las enfermedades, pero poco productiva. Por este motivo se llevaron
abejas europeas o melíferas a Asia, para producir más miel. Al entrar en
contacto con ésta, el parásito la arrasó, saltó a su nuevo hospedador y pasó a
Occidente. El parásito las elimina en tres días, es por eso que las abejas que
salen a buscar el polen mueren exhaustas en el campo sin que queden restos
mortales en las cercanías de la colmena.
Los científicos de Guadalajara creen
que hay razones para la alarma. Sostienen que hay que adoptar ya medidas
sanitarias adecuadas, pues que la desaparición de las abejas significaría una
catástrofe medioambiental muy grave, estimándose una pérdida de biodiversidad
del 30-40 %, independientemente del desastre de la producción agraria.
Pero otras voces apuntan también a otras causas que explicarían el fenómeno de
desaparición de las abejas. Según los científicos que estudian el tema en la
Universidad de Córdoba, las causas podrían ser una nutrición deficitaria de la
abeja (debida a la baja cantidad y calidad del polen, sobre todo en época de
sequía), los plaguicidas (fundamentalmente el imidacloprind y friponil) y el
protozoo Nosema ceranae. Para ellos, la aparición del parásito puede ser
más consecuencia que causa, debido a que la colmena se debilita y da paso a la
beligerancia del "asesino silencioso" (causas multifactoriales).
Los ecologistas también tienen algo
que decir en el debate. Ellos sostienen que las abejas, como indicadores
medioambientales de precisión frente a los cambios del entorno, nos están
recordando que el actual modelo agrario y ganadero es insostenible. Denuncian
que los tóxicos, los transgénicos, la erosión de la biodiversidad y la
contaminación industrial, así como el manejo comercial de las colmenas, que
genera altos niveles de estrés en las abejas, pueden haber favorecido la
aparición del parásito. El cambio climático es, para muchos, un factor que está
incidiendo en el despoblamiento de las abejas. El tiempo las engaña con
floraciones tempranas y a destiempo, alterando su reloj biológico, etc.
El censo de colmenas verificado
sobre la base del registro de explotaciones en España a día de hoy asciende
aproximadamente a 2,5 millones.
Las mayores producciones anuales de
miel en España rondan las 35.000-40.000 toneladas. Las comunidades con mayor
producción son Andalucía, Valencia, Extremadura, y Castilla y León. El grado de
autoabastecimiento de España se sitúa en torno al 85-90 %. La miel que
prepondera es la llamada milflores que alcanzó, en el año 2006, el 61% de lo
producido. Son importantes también la producción de otro tipo de mieles, como
la de azahar en las regiones mediterráneas, o la de mielato en Castilla y León.
La producción de cera y polen son
consideradas como residuales en algunas comunidades, pero en otras adquiere
importancia creciente. En 2007, se destaca Extremadura como principal
productora de polen con 325.000
kg., de los 677.000 kg. totales a nivel nacional. También
es la principal productora de cera, con 216.000 kg., de los 878.900 kg. totales.
La venta de miel a mayoristas ocupa
el primer lugar, con el 51% del total, mientras que la venta directa al
consumidor llega al 17%. Finalmente, la venta envasada al minorista atesora el
9,6% del total del producto. En lo que se refiere al comercio exterior, las
importaciones totales en el 2006 llegaron a 16.500 toneladas, un 16% más que en
2005, mientras que las exportaciones llegaron a la cifra de 11.200 toneladas,
un 12% más que el año anterior. Estos datos confirman un aumento de las
importaciones de casi 3.000 toneladas con respecto a 2004 y un aumento de las
exportaciones tras el descenso del 2005. La mayor parte de las importaciones
españolas (79,2%) en 2006, tienen origen extracomunitario (13.517 toneladas
frente a las 3.600 toneladas de origen en la Unión Europea). En cuanto a las
exportaciones, el principal mercado para las mieles españolas sigue siendo el
intracomunitario, al que se enviaron en el mencionado 2006 9.614 toneladas.
Más de un tercio de cada culín de
sidra se lo debemos a las abejas, porque ellas son las grandes polinizadoras de
los manzanos, como sucede con el resto de las frutas.
Las abejas siempre han estado
vinculadas a la actividad rural asturiana. Desde tiempos inmemoriales, en todas
las casas de campo había colmenas para surtirse de miel, único edulcorante a
disposición de la familia, y de cera para hacer velas.
En el censo realizado por el Marqués
de Ensenada a mediados del siglo XVIII, existían 65.813 colmenas en Asturias.
En el año 2007 había en el
Principado de Asturias unas 25.000 colmenas censadas. De estas, 13.232 estaban
integradas en la Federación de Asociaciones de Apicultores del Principado de
Asturias (FAPI), y de su cuidado se encargaban 776 apicultores, encontrándose
las colmenas distribuidas en los concejos de la siguiente forma:
POBLACIÓN |
COLMENAS |
APICULTORES |
Allande |
1.086 |
24 |
Aller |
542 |
26 |
Amieva |
48 |
4 |
Avilés |
48 |
5 |
Belmonte |
491 |
14 |
Bimenes |
30 |
6 |
Boal |
66 |
5 |
Cabrales |
23 |
2 |
Cabranes |
106 |
7 |
Candamo |
44 |
5 |
Cangas de Narcea |
107 |
8 |
Cangas de Onís |
83 |
10 |
Caravia |
32 |
3 |
Carreño |
129 |
10 |
Caso |
43 |
3 |
Castrillón |
154 |
13 |
Coaña |
46 |
3 |
Colunga |
127 |
10 |
Corvera |
250 |
15 |
Cudillero |
36 |
8 |
Degaña |
13 |
1 |
El Franco |
14 |
2 |
Gijón |
627 |
69 |
Gozón |
192 |
13 |
Grandas de Salime |
62 |
3 |
Grao |
462 |
32 |
Ibias |
54 |
3 |
Illano |
35 |
3 |
Illas |
31 |
5 |
Langreo |
192 |
15 |
Las Regueras |
216 |
12 |
Laviana |
48 |
4 |
Lena |
282 |
5 |
Llanera |
181 |
11 |
Llanes |
182 |
8 |
Mieres |
345 |
23 |
Morcín |
118 |
9 |
Nava |
99 |
8 |
Noreña |
7 |
1 |
Onís |
48 |
2 |
Oviedo |
758 |
10 |
Parres |
66 |
5 |
Peñamellera |
9 |
1 |
Pesoz |
7 |
1 |
Piloña |
466 |
34 |
Ponga |
53 |
4 |
Pravia |
75 |
7 |
Proaza |
101 |
3 |
Quirós |
102 |
8 |
Ribadedeva |
20 |
2 |
Ribadesella |
87 |
5 |
Ribera de Arriba |
107 |
8 |
Riosa |
135 |
8 |
Salas |
626 |
24 |
San Martín de Oscos |
17 |
1 |
San Martín del Rey Aurelio |
216 |
9 |
San Tirso de Abres |
40 |
5 |
Santa Eulalia de Oscos |
24 |
4 |
Santo Adriano |
49 |
6 |
Sariego |
61 |
5 |
Siero |
774 |
54 |
Sobrescobio |
30 |
2 |
Somiedo |
543 |
23 |
Soto del Barco |
9 |
2 |
Tapia |
3 |
1 |
Taramundi |
44 |
2 |
Teverga |
369 |
19 |
Tineo |
461 |
25 |
Valdés |
347 |
16 |
Villaviciosa |
792 |
63 |
Villalón |
136 |
8 |
Yermes y Tameza |
6 |
1 |
TOTAL |
13.232 |
776 |
Más de un 50% de los de los
apicultores asturianos con colmenas declaradas pertenecen a la Federación de
Asociaciones de Apicultores del Principado de Asturias (FAPI).
Según nuestra convicción, las abejas
son un tesoro para la vida, aunque para muchos sean solamente unos pequeños
insectos que hacen una dulce melaza (la miel) y que nos molestan con sus
picaduras.
Sin lugar a dudas, la apicultura
tradicional y artesanal es una poderosa herramienta al servicio de la
conservación de la naturaleza, por lo que no puede verse excluida de los planes
de conservación de especies, ecosistemas, reforestación, conservación de
suelos, producción horto-frutícula, ganadera, etc.
El sector apícola representa una
actividad agropecuaria con unas características propias que la diferencian del
resto de producciones ganaderas. Su principal labor es el mantenimiento de los
ecosistemas y la biodiversidad a través precisamente de la polinización
entomófila realizada por la cabaña apícola. Su aportación medioambiental puede
contabilizarse, tanto por una mejora de la producción final agraria, en cantidad y calidad, como por su aporte al mantenimiento de la
biodiversidad. Ningún otro sector ganadero aprovecha de una manera tan
sostenible los recursos naturales y aporta al mismo tiempo beneficios al
medioambiente vertebrando además al medio rural, contribuyendo así a su
mantenimiento y desarrollo. Por tanto es un ejemplo de Modelo de Producción
Sostenible y medioambientalmente beneficioso, entendiendo como tal, aquel en el
que confluyen los intereses económicos (producción de miel y productos de la colmena
que aportan rentabilidad a las explotaciones apícolas), aspectos sociales,
(fijación de la población al medio rural en aquellos territorios donde no
existen apenas otras actividades económicas) y medio ambiente (no solo es
respetuoso con el medio ambiente sino que, constituye una prestación de
servicios a la sociedad mediante la polinización de nuestros campos). Si
reflexionamos estos temas con el detalle y respeto que se merecen, llegaremos a
la conclusión de que las abejas son imprescindibles para nuestro Principado.
Los insectos polinizadores han
ejercido siempre una labor silenciosa pero eficiente. No han distinguido entre
flora natural o los cultivos introducidos por el hombre, han prodigado su
función benefactora en ambos casos. Pero la situación a día de hoy ha cambiado.
La presión humana, bien en forma de destrucción de hábitat o con la aplicación
de insecticidas de uso agrícola, ha provocado durante las últimas décadas la
desaparición de muchos de estos polinizadores. En muchos casos el déficit es
tan grave que, la función de polinizar es casi exclusivamente asumida por las
abejas melíferas u otros himenópteros introducidos por el hombre (abejorros).
A todo lo dicho viene a sumarse el
hecho incuestionable de que gracias a toda esta vegetación sostenida en gran
medida por las abejas, existe toda una fauna con su enorme variedad de
especies, que nos proporcionan carne, leche, huevos, lana, pieles, etc.
Nadie ignora que el género humano se
sostiene, no gracias a los artilugios mecánicos o a los preparados químicos que
salen de las modernas factorías industriales, sino de los productos del campo,
ya sean vegetales o animales. La humanidad ha subsistido durante milenios sin
hacer uso alguno de todos estos productos industriales que hoy tenemos a principios
del siglo XXI. Lo único verdaderamente vital es nuestra alimentación y nuestro
vestido, lo cual sale de la tierra, es decir, de los frutos que ésta produce,
como son las plantas (no hay que olvidar que la mayor parte de la carne que
consumimos es materia vegetal transformada por vacas, ovejas, gallinas, etc).
Por otra parte, aunque se reconoce
que las abejas son insectos útiles para el hombre, esto no se traduce en
medidas legislativas para proteger las colmenas y promover el uso de las abejas
como polinizadores. En vez de esto, los apicultores se han visto gravemente
perjudicados durante las últimas décadas por la aplicación generalizada de
plaguicidas en zonas agrícolas y frutícolas, por el mantenimiento vegetal del
suelo con herbicidas, por la presión humana y sus intereses, etc. En
definitiva, la legislación está hecha por personas de "despacho", seguramente
con buena voluntad pero carentes de los conocimientos básicos necesarios para
desarrollar leyes que protejan al apicultor, que en Asturias ha sido y es la
pieza clave para que las abejas sigan vivas a día de hoy y uno de los
principales artífices de que podamos presumir con orgullo de nuestro "Paraíso
Natural".
El Principado de Asturias está
compuesto por una orografía irregular y tapizado por una vegetación muy
variada; los pueblos están muy dispersos por esa geografía, donde la franja
costera se encuentra muy poblada. Resulta necesario adecuar la normativa a
nuestras peculiaridades, teniendo en cuenta nuestra cultura apícola, nuestra
tradición, etc. De forma similar al resto de la Cornisa Cantábrica, Asturias
maneja una media aproximada de 15 colmenas por apicultor, lo que nos diferencia
notablemente del estado apícola nacional (teniendo en cuenta que España es el
mayor productor de Europa con diferencia en toneladas de miel); esto significa
que somos muchos apicultores con pocas colmenas, lo cual es indicativo del alto
grado de diseminación de estas colmenas por el territorio Asturiano. Dicho de
otro modo, aunque la producción de miel que aquí se obtiene no es muy grande,
los beneficios en términos de polinización y de calidad de la miel, polen,
propolis, etc., nos diferencia de los grandes productores de otros territorios.
Nuestro mensaje es el siguiente: Si
consumimos miel Tradicional y Artesanal de Asturias, estamos contribuyendo al
mantenimiento de la capa vegetal de nuestro entorno, a la producción de pastos,
manzanas, arándanos, castañas, cerezas, "piescos", etc.; por lo que
se deduce que nuestro paisaje, ese en el que se funda el emblema de Paraíso
Natural, el turismo, la producción de leche, la carne, la sidra, nuestra fauna
más representativa (como el urogallo, el oso, etc.) no sería posible sin la
abeja.